El Siglo de las Luces (con su énfasis político en la igualdad) y la Revolución Industrial (que originó enormes cambios económicos y sociales) crearon un ambiente favorable a finales del siglo XVIII y principios del XIX para la aparición del feminismo y de otros movimientos reformadores. “En la Francia revolucionaria los clubes republicanos de mujeres pedían que los objetivos de libertad, igualdad y fraternidad se aplicaran por igual a hombres y mujeres. Pero la aprobación del Código Napoleónico, basado en la legislación romana, cortó en Europa cualquier posibilidad reivindicativa en ese sentido. En Inglaterra, Mary Wollstonecraft publicó
Una reivindicación de los derechos de la mujer (1792), el primer libro feminista que pedía la igualdad en un tono decididamente revolucionario”.
Con la Revolución Industrial, la transformación de los trabajos manuales (realizados desde la antigüedad por las mujeres de forma gratuita) hacia un modelo de producción masiva mecanizada, permitió a las mujeres de las clases bajas trabajar en las nuevas fábricas. Esto supuso el comienzo de su independencia y proletarización: las condiciones de trabajo no eran buenas y sus salarios, inferiores a los de los hombres, estaban controlados legalmente por sus maridos. Al mismo tiempo se consideraba que las mujeres de la clase media y alta debían permanecer en casa como símbolo decorativo del éxito económico de sus maridos. La única alternativa para las mujeres respetables de cualquier clase era el trabajo como profesoras, vendedoras o doncellas. “En Europa surgieron algunos grupos feministas que no tuvieron gran repercusión. La Iglesia católica se opuso al feminismo argumentando que destruía la familia patriarcal. En los países agrícolas se mantenían las ideas tradicionales y en las sociedades industriales las
reivindicaciones feministas tendían a ser sofocadas por el movimiento socialista”.
El feminismo tuvo mayor aceptación en Gran Bretaña, protestante en su mayor parte y muy industrializada, y en Estados Unidos. Sus dirigentes eran mujeres cultas y reformistas de la clase media. “En 1848 más de 100 personas celebraron en Seneca Falls, Nueva York, la primera convención sobre los derechos de la mujer. Dirigida por la abolicionista Lucretia Mott y la feminista Elizabeth Cady Stanton, entre sus principales exigencias solicitaron la igualdad de derechos, incluido el derecho de voto, y el fin de la doble moralidad. Las feministas británicas se reunieron por primera vez en 1855. La publicación (1869) de Sobre la esclavitud de las mujeres de John Stuart Mill (basado en gran medida en las conversaciones mantenidas con su mujer Harriet Taylor Mill) atrajo la atención del público hacia la causa feminista británica, sobre todo en lo relativo al derecho de voto. Hasta finales del siglo XIX y bien entrado el XX no se incluyó este derecho en las constituciones de los países. En España se concedió en 1932, en la II República. Hoy todavía existen países como Kuwait, Jordania y Arabia Saudita
donde la mujer no tiene derecho a votar”.
Sin embargo, en la década de 1960 los cambios que sufrieron los patrones demográficos, económicos y sociales de los países occidentales favorecieron la aparición de un feminismo que se centraba en aspectos ligados a la condición sociocultural de la mujer. El descenso de los índices de mortalidad infantil, la mayor esperanza de vida y los anticonceptivos liberaron en gran parte a la mujer de las responsabilidades relativas al cuidado de los hijos. Todo ello junto con la inflación (que significaba que muchas familias necesitaban dos salarios) y un índice mayor de divorcios, propiciaron que acudieran al mercado de trabajo muchas más mujeres. No obstante las mejorías en las condiciones y lo que se ha conseguido, la nueva situación femenina ha traído secuelas, “si bien la mujer profesional podía desarrollar una confianza en sí, -independencia de criterio y capacidad para tomar decisiones- esto se hacía al precio de renunciar a las posibilidades de crear una familia <>. Además, <<la independencia económica constituía un grave peligro para la paz y el orden de la futura vida hogareña que llevaba a las mujeres a adquirir costumbres que anulan totalmente
su auténtica feminidad”7 Punto que requiere obviamente de atención para poder
identificar los factores de dicho problema.
Cabe destacar que la historia de las mujeres es por sí sola determinante dentro de la humanidad, su participación va más allá de la reproducción de la especie, o en palabras de María Dolores Ramos: “Junto con el reconocimiento de la espeficidad histórica femenina, se plantea además que la aportación femenina al proceso histórico no puede concebirse como algo accesorio a la dinámica histórica sino como elemento crucial en la construcción social. De este modo el proceso histórico se concibe como el conjunto de la experiencia de la mujer y del
hombre”
Bibliografia
Luna, L. (2002). La historia feminista del género y la cuestión del sujeto, Revista electrónica, Recuperado el 26 de Mayo del 2006, http://www.mujeresenred.net/f-lola_luna-sujeto.html
Enciclopedia Autodidáctica Océano (1989), Vol. 8, España, Edit. Océano, Pág. 1963.
Barrio, E. (1996) “Historia de las trasgresoras. La transición de las mujeres”. Barcelona, España, Edit. Icora.
Ramos, M. (1993) “Mujeres e historia, Reflexiones sobre las experiencias vividas en los espacios públicos y privados”, Barcelona, España, Edit. Universidad de Málaga.
LA CONDICION DE LA MUJER EN LA ACTUALIDAD.
Al preguntarse acerca de lo que es una mujer en la actualidad, inmediatamente surge la importancia de analizar el escenario donde se presenta este sujeto, que desde el siglo pasado ha ido conquistando espacios en la…….
(continuara la proxima semana)
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